El balcón de la complacencia.

Un cigarro, cinco minutos de absorver humo. Paladear un sabor alquitranado, placentero y necesario. En ese tiempo me dedico a observar. Se requiere estar sólo. Me hizo gracia un comentario reciente definiéndome como el ''ojo que todo lo ve''. Ese sería el ojo de Dios, no es mi caso. Yo me limito a observar y convertirme en un testigo mudo. Pero esta noche he descubierto algo que para mí es trascendental. la felicidad existe. Una conclusión categórica y contundente. La felicidad existe. He visto una pareja de perros, una pareja de perros errantes y sin destino. Ellos eran conscientes de su felicidad. Solo les faltaba danzar. Esperando en el bar de la esquina unas pocas vituallas y seguir en su mundo. Un mundo ajeno a la crisis, a los problemas del paro y todas estas desgracias humanas. Con sus rabos sueltos y coleantes, deambulaban libres y sin complejos. Pero la felicidad de estos animales era real porque no tenían amo. No existe la voz imperadora de nadie. Lo único que se pueden encontrar es una banda de alcohólicos que vociferen pero nada más. Son felices. En estas asoma la pareja de turno bajándose de un esperpéntico automóvil, por otro lado, las repugnates motos altavoces. Humanos y más humanos... me impidieron seguir disfrutando de la felicidad. De la felicidad ajena, pero felicidad..