Carta a su Santidad.

Su santidad, por remota casualidad, entré a la parroquia en la que me bautizaron. Tras largos años de ausencia, al entrar, me encuentro unas velas artificiales en la entrada. Pero no unas velas cualquiera. Parecía una máquina de tabaco, que al echar la moneda te diría, su vela gracias. Tenía entendido que las iglesias eran lugares de recogimiento y de perfecta armonía. Anhelaba ese olor a cosa vieja e incienso. Esperaba ese lugar frío, pero ese frío acogedor. Nada más lejos de la realidad, olía a amoniaco¡¡ y a perfume de beatas refinadas¡¡¡ Santidad, pero que broma es esta¡¡ En las columnas radiadores de luz. Para colmo el cura. Santidad cuando se ha visto un cura con barba. Un cura envalentonado, que me preguntaba si iba al confesionario. Un cura, con cara de bobo. Pero un cura de tipo fino. Santidad, cuando se ha visto un cura sin esa panza tan característica. Un cura que casi me expulsa de la parroquia, porque le dije que me parecía una agresión tanta impulsividad a la hora de cambiar y destrozar las cosas. Esa iglesia era un recinto más auténtico. Ante mis propuestas el cura espetó que se lo dijera al Papa. Aquí lo hago. Santidad, si deja que esto se le vaya de las manos, no me cabe una duda entre un millón, que la próxima vez que asome, me encontraré la virgen maquillada o a jesucrito haciendo un saludo. Ya lo decía mi abuela que esto no es lo que era... Entre tanto desconcierto, a veces miraba a la virgen y no parecía la misma. Reconozco que esto pueden ser una interpretación más subjetiva. Pero las otras le juro que si han cambiado. Santidad haga algo. Las cestas de pedir eran de plástico, ¿donde quedó el buen gusto eclesial?. Intentaré rezar varios padresnuestro para comunicarme con el arquitecto universal y que ponga un poco de orden. O el ave Maria, a ver si en una de tantas apariciones le da por pasearse por la parroquía y le pega un tirón de orejas al cura. Algo podrá hacer.
Un saludo Su Santidad.
AMEN